lunes, octubre 20, 2008

Fémina


Deslizó su mano izquierda y delicadamente tomó su pecho, lo acercó a la boca de su hijo que ansioso revoleteaba con sus pequeños brazos, este comenzó a succionar fuerte y rápido como pensando que esa maravillosa fuente se podía acabar.

A sus quince años se sacó la blusa y se soltó el sostén, se observó al espejo y noto que su busto tomaba posición sobre su pecho resaltando levemente.

Una vez en la cama ella se posicionó para que él con su boca le besara sus pechos que se endurecían al contacto de sus labios.

Este es el don maravilloso que poseen las mujeres y que nosotros los hombres de una u otra forma no dejamos de admirar y de querer ser insaciablemente amamantados.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...