Cuando llegamos al cementerio la muerte estaba casi en una esquina de la
entrada, hacia la derecha, vestía un abrigo café claro que le llegaba
un poco más arriba de sus rodillas, con un pantalón un poco ancho abajo
de color oscuro, su cabello era largo desprolijo y se veía escaso; la
muerte estaba extremadamente delgada. Su mirada era tierna y mostraba
una sonrisa amable Estábamos muy cerca y es por ello que le recordé que
cuando era niño jugueteamos un par de veces hizo gala de su buena
memoria y cuando me despedí su mano delgada casi no apretó la mía fue un
despido sutil, muy femenino mientras avanzaba me grito ¡nos vemos
pronto! lo tomé casi como una mariconada. Cuando dejaba el cementerio
pude ver que ya no estaba.