viernes, junio 21, 2013

cuento

el 11/11/2009 a las 23:19

Cuando abrió la puerta de calle, y se inclinó para recoger el periódico, reconoció que este día soleado era igual a muchos otros. En su portada, este anunciaba que a pesar de todo la economía se mantendría en sus niveles; los otros titulares en destaque era la farándula de siempre, y la infaltable noticia futbolista. Todos los hechos noticiosos seguían ordenadamente la pauta entregada que buscaba ?distraer? a la gente. Así lo asumía Ricardo, un joven intuitivo, con un mechón que le caía sobre la frente estilo Elvis Presley, y que echaba por tierra los hechos relevantes que este buscaba casi obsesivamente, a veces en pequeños insertos, veía algo que le hacia pensar que podía completar el puzzle noticioso. Con el periódico en su mano, se fue a la cocina, allí lo esperaba con el desayuno Doña Ernestina, su madre, una mujer maciza de pelo corto y una sonrisa demarcada por los años, se sentía orgullosa de su hijo, el que era diferente de los otros jóvenes, no tomaba, no participaba de las fiesta y tenía pocos amigos que debes en cuando compartían en su casa, en donde se iniciaban largas charlas que la intrigaban y que a veces terminaban en risotadas angustiosas; pero a ella, le preocupaba la obsesión de su hijo por las noticias, y que finalmente lo sacaba de sus casillas y que lo llevaba a exclamar fuertemente -¡siempre hablan de lo mismo, repiten las noticias y nos siguen tratando como estúpidos! - sin embargo, Ernestina, aludía a un interés cultural de su hijo y pensaba que algún día su decisión sería estudiar periodismo. Ricardito, como lo llamaba, se apresuró con su desayuno y luego de despedirse, fue en dirección de su trabajo, como todos los días, su primer saludo mañanero era para su vecino que como era habitual le sacaba brillo a su automóvil en una actitud obcecada. La empresa para la cual trabajaba estaba a pocas cuadras de su casa. Su segundo saludo fue para el portero que lo recibía siempre con un desanimo muy particular; seguramente él entendía que dejar esa caseta, además de no darle mas perspectivas, le indicaba que alguien estaba al acecho de su puesto. En su lugar de trabajo, su jefe en su oficina siempre enclaustrado, evitando hasta el más mínimo contacto con sus compañeros como si estos le fueran a contagiar de algo; esto a Ricardo le traía cierto consuelo, detestaba la voz de su jefe, y su menosprecio; pero, a pesar de todo, las horas se sucedían rápidas como si alguien quisiera que los días pasaran velozmente. Al volver a casa y una vez en su cuarto encendió la televisión buscando algún indicio de lo que él sospechaba, ese algo que lo atemorizaba fuertemente y que le impedía dormir en forma tranquila, se preguntaba ¿cuál sería su actitud ante los hechos? ¿Qué haría si era verdad lo que él sospechaba? ¿Sería mejor dormirse como los otros? ¿O era acaso él un desadaptado social? Por la mañana Doña Ernestina le golpeó la puerta para que se levantara y él de un salto bajó de la cama, y de prisa fue a la puerta de calle en busca del periódico, para su sorpresa este no estaba en el piso, y cuando alzó la cabeza, un soldado se presentaba frente a él con el periódico en la mano y a la vez preguntaba ¿es usted Ricardo Sanfuentes? Sí, respondió él con una voz que le carraspeo la garganta. Ricardo Sanfuentes, es mi deber notificarle que el Gobierno le ha llamado para defender su patria. Es en ese momento que Ricardo comprobaba sus sospechas y sabía que definitivamente estaban en guerra

jueves, junio 20, 2013

El frío no aminora el cariño y amor que siento por Usted y ha sido lindo y hermoso reencontrarme contigo todos los días.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...