Estoy
cayendo a pedazos, como caen las hojas de un árbol remecido por un
viento otoñal, sin poder aferrarme, cayendo como si fuera una obligación
natural, como si fuera lo que tengo que hacer hoy, esparcirme por el
suelo en trozos pequeños como migas para palomas, como si tuviera que
sentirme muerto, sin más cielo azulado que el que veo con uno de mis
ojos, como si todas mis partes tuvieran que ser la nada en los
diecinueve grados de este día agradable.