sábado, febrero 22, 2020

Fibra

Aunque  Brasil se presentaba como un paraíso, emigrar a este país en el año 1985 no siempre fue una buena decisión. Pasaron varios años antes de conseguir estadía definitiva en ese país tropical.
Con cartera de trabajo en mano, conseguí uno de los mejores trabajos que se presentaba en la pequeña ciudad que vivía. La Fibra tenía buenas expectativas para cualquier obrero. Quedé aprueba por tres meses y entré a la sección de calderas. Mi labor era anotar cada una hora la temperatura de diversas turbinas, labor que duraba alrededor de cinco minutos. Lo otro era lavar filtros y una que otra cosa menor. En resumen se pasaban muchas horas de ocio y en el turno de noche era difícil soportar el sueño. Tenía un compañero de labores que tenía como entretención ojear una revista pornográfica que guardaba como un tesoro en su casillero. Mi compañero no era un gran conversador así se escapaba siempre a algún lugar desconocido de la fábrica.
Un día por la mañana muy temprano me enviaron a limpiar unos filtros que estaban en una especie de túnel en donde se caminaba por él unos ochenta metros más o menos. Luego se retiraban los filtran y se llevaban a las afueras para lavarlos.
Una mañana que no se veía diferente a otras cuando devolví los filtros se cortó la luz y sencillamente no lograba ni ver la palma de mi mano. Comencé a caminar palpando el muro, mientras sudaba de temor, se me hicieron eterno los minutos hasta que logre divisar la ventanilla de la puerta por donde entraba una luz esperanzadora y de salvación; cuando llegué a la puerta y salí a las afueras me encontraba enteramente mojado pero, inundado de alegría.
Eso y el ocio me obligaron a solicitar que me cambiaran a una sección más activa, cosa que sucedió a mediados del tercer mes. Un señor que ya estaba por jubilar fue el encargado de mostrarme las labores que debía realizar; una de ella era limpiar un inmenso ventilador que se encontraba adentro de una sección donde estaba lleno de máquinas de elaboración de hilos u que metían un bullicio inmenso. Los operarios que estaban allí usaban protectores en sus oídos. Era un cuarto de dos metros por dos metros donde estaban las grandes aspas del ventilador que había sido detenido por unos minutos para desarrollar nuestra labor. Cuando terminamos fuimos a salir pero, la puerta se cerró por fuera lo que nos dejó en una situación muy compleja puesto que el ventilador en cualquier momento volvería a  funcionar y nosotros seríamos succionados como papel. Luego de innumerables esfuerzos por abrir la puerta y de gritos que nadie escuchaba. La situación era caótica y lo único que atine fue a repetir mentalmente sin dejar de mirar a uno de los funcionarios que se veía cerca. Mira! Mira! Hasta que milagrosamente miró y nos abrió la puerta. Nos salvó la vida y no sabíamos cómo agradecerle el hecho.
 Después de eso fui a parar al psicólogo y me dio unas pastillas para descansar. En un turno de noche me tomé dos pastillas en vez de una y a los minutos entré en un sueño profundo en medio del pasillo por donde mis compañeros pasaban sonriendo sobre mi cuerpo absolutamente dormido.
Por la mañana me enviaron a la oficina y me notificaron que no había pasado la prueba y que por lo tanto estaba despedido. Cuando dejé la fábrica a pesar de que no sabía cómo iba a explicar a mi señora está situación, sentí una alegría tan inmensa que saltaba.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...