Mi
último verano
Hoy
es una noche agradable aquí, en la playa es más diría que hace calor digo esto
porque acá en La Serena las noches son más bien frías; es por ello que me
aventuré a caminar por la orilla del mar y con los pantalones arremangados y
los zapatos en la mano caminé largamente desde cuatro esquina hacia el faro lo
hice primero caminando de prisa chapoteando en el agua lo que me causó gran
alegría luego fue más pausada la caminata, tal vez más romántica sobre todo
cuando al volver mi señora me esperaba sonriente y me daba un gran abrazo y
beso, salimos de la playa y nos sentamos en una banca que tiene como vista el
cielo estrellado y el mar. Me acomodé el pantalón, lo sacudí de la arena y me
puse los zapatos, permanecimos con mi mujer un buen rato de la mano conversando
cosas triviales. Luego nos fuimos al vehículo y volvimos a casa, luego de una
ducha mi señora tenía lista la cena, con la compañía de una copa de vino nos
fuimos a la cama he hicimos el amor, por la mañana volvimos a hacerlo nos
duchamos juntos, luego en pie salimos de compras volvimos a casa dejamos las
cosas que habíamos comprado nos pusimos traje de baño y partimos a la playa,
siempre hemos tenido la costumbre de ir a a la playa por la mañana cuando hay
muy poca gente, iniciamos nuestra caminata por la orilla del mar con una
conversación amena donde arreglamos el mundo, nos bañamos, reímos y después de
asolearnos un rato volvimos a casa, esta vez nos mojamos con una manguera en el
patio para sacarnos la arena lo que lo hacemos con algarabía. Almorzamos,
dormimos siesta por la tarde toando cafecito; por la noche mientras veíamos
televisión y cuando ella vio que estaba medio dormido ella me movió
ligeramente, me habló de forma suave puso en mis manos los bastones y me dijo:
vamos a dormir viejito, la miré con suavidad y le dije estaba soñando que
caminaba y estábamos en La Serena.