viernes, febrero 28, 2020

La Despedida

Su cuerpo aún conservaba ese último calor que tienen los muertos, acaricio su mejilla, le beso la frente y le dijo: adiós amor. Luego se puso de pie, salió del cuarto y le avisó al resto de la familia que Cristina ya se había ido, los hijos abrazaron al padre y la hermana y la empleada subieron a ver a la finada.
La entrada a la casa estaba adornada con rosas la flor preferida de la mujer de Rodrigo quién ahora sentada muy cerca del ataúd recibía los pésames de familiares y amigos, su hija permanecía al lado de su padre, mientras el hijo varón estaba en la cocina viendo los preparativos de los diversos aperitivos para los invitados. La hermana de Rodrigo, llegó con un café para su hermano a quien se lo entrego con una caricia en su cabeza. A los pies del ataúd parientes y amigos dejaban coronas y flores. Las sillas que estaban a la derecha de la finada estaban ocupadas por los parientes más cercanos quienes no paraban de hablar y que fueron interrumpidos cuando llegó una mujer pequeña y gorda que comenzó a rezar y que todos le siguieron el ave maría se escuchaba fuerte y claro en el pequeño salón.
A eso de las once de la noche llegaron los de la funeraria y avisaron con solemnidad que iban a cerrar las puertas y que mañana desde las ocho y treinta minutos nuevamente se abrirían las puertas para seguir despidiendo al ser querido.
A las doce en punto había comenzado el último responso y el corazón de los seres queridos más cercana a la fallecida se aceleraba ante la despedida final.
Cristina había sido una enfermera dedica, muy profesional y buena compañera sus colegas repletaban todos los cantos de la capilla.
Cuando el sacerdote dijo oremos se produjo un silencio tal que solo fue interrumpido por una paloma que agitaba sus alas en el techo de la capilla.
Minutos más tarde el ataúd era bajado en medio del llanto de los seres queridos y era cubierto con tierra. Cuando todos se marchaban un pequeño remolina alborotaba el parque del recuerdo y uno que otro globo depositado en el nicho se desprendía y se elevaba por los cielos llevado por ese viento catalogado por algunos como misterioso.
Se podía sentir la tranquilidad del lugar solo alborotada por el trinar de las aves que estaban en los numerosos árboles que rodeaban el parque.
Rodrigo y sus hijos cumplían con el último rito y a la salida del cementerio despedían a parientes y amigos.
Después de dos semanas Rodrigo guardaba los últimos recuerdos de su mujer en una pequeña caja de madera, eran unos aros, unas fotografías de ella y un collar. La dejó sobre una repisa y pensó que con sesenta y nueve años no faltaba mucho tiempo para reunirse con su mujer.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...