sábado, enero 04, 2020

El almendro del pasaje cuatro aún está plagado de almendras, todavía puedo sentir su agua amarga en mi boca y cuando estaban prontas con un palo de escoba las dejábamos caer sobre nuestras cabezas que caían como granizos. Todas iban a nuestros bolsillos y en casa con un alicate se partían para que nuestra madre nos hiciera una torta con mucha almendra molida.
La señora Rosa era la más enojada por la cantidad de ramas y hojas que quedaban en el suelo y que ella se veía en la obligación de barrer. Nosotros corríamos despavoridos cuando ella salía con una manguera y nos tiraba agua entre medio de palabras como: cabros de mierda los voy acusar con sus mamás. Cosa que nunca sucedió.
A veces cuando paso por el pasaje cuatro aún veo a mis amigos corriendo, sucios y sudorosos con gritos y risotadas que se repetían durante las  tardes hasta la hora del té .
A veces me topo con la señora Rosa cuando va al pan, tiene ochenta años  más o menos y se ve saludable y lúcida. Nunca ha dejado de saludarme; siempre me pregunta por mis padres que se fueron de la población hace unos treinta años.
Habían más almendros en el pasaje pero los sacaron para estacionar los autos.
Pienso que sería bueno que volvieran los almendros a los pasajes, que los vecinos los regaran por las tardes, arreglaran sus tazas y el agua corriera por el pasaje haciendo barro.
En verdad hoy me molesta tanto cemento.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...