martes, mayo 14, 2019



Entrevista de Trabajo

Está era la cuarta entrevista en mi vida laboriosa, los otros años trabajé de forma independiente. Mientras llegaba a la dirección que se me indicó por teléfono un sentimiento de desencanto tomaba fuerza en mi condición de discapacitado y de un hombre de 61 años que le podría impedir desarrollar cualquier trabajo, pero ya estaba allí frente a ese gran edificio que se encumbraba hacia el cielo, en la entrada la recepcionista me invitó a atravesar un largo pasillo que me llevó a una sala estrecha de espera, a mi izquierda había una telefonista que mantenía una larga conversación, hablaba y sonreía, se tocaba su cabello de un castaño teñido, casi rubio, enredando en su de dedo derecho su pelo que luego colocaba casi como un bigote debajo de su nariz y nuevamente sonreía mirando hacia el techo donde un enorme aparato de aire acondicionado soltaba a pesar de su tamaño una frágil brisa de aire tibio. Casi al frente de mi asiento un gran vidrio transparente dejaba ver a una mujer sentada, contando dinero sobre su cabeza un letrero que decía caja, la contabilidad que ella hacía era incesante y sobre su espalda se acumulaban cajas de dinero amontonadas que debes en cuando un funcionario joven retiraba, tomaba una caja la colocaba sobre un carro y se iba con él a algún lugar que yo no divisaba desde mi posición. Al lado una oficina de recepción empleo se veía una recepcionista y atrás de ella innumerables escritorios que eran atendidos por una persona, en su mayoría todos jóvenes con apariencias sumamente ordenadas, todos tenían a una `persona enfrente al único que alcanzaba a ver era a una mujer que sentada movía sus pies ante la incomodidad que le provocaban sus zapatos de taco alto, se veía nerviosa y no paraba de responder preguntas a su entrevistadoras, a veces respondía con cara de sorpresa, en otras de frustración, pero en general respondía de forma automatizada.
Un hombre gordo se paseaba con un gran trozo de pastel en sus manos, entraba y salía con el de una oficina que estaba a mi derecha; sus ojos estaban clavados en el trozo de pastel y se veía que su boca se hacía agua, no alcanzaba a entender porque no lo devoraba de una vez y supuse que quizás era un incitador de la cafetería que estaba a la entrada del edificio para que fuéramos por nuestro trozo, sin embargo las tres personas que estábamos allí desviábamos la vista cada vez que pasaba por el frente de nuestras narices.
Llevaba una media hora de espera cuando escuché mi nombre y seguí a un señor de unos cuarenta años a una oficina que se encontraba en el piso catorce, cuando se abrió la puerta del ascensor pude ver unas tres puertas que parecían toparse unas con otras, entramos a la del medio, tuve que agachar mi cabeza, porque el techo era demasiado bajo, lo mismo hizo el entrevistador que me invito a sentarme, la oficina de él era: una silla, una mesita pequeña donde se apretujaba un computador, una silla que ocupaba él y nada más lo demás eran paredes que daba la sensación de que pronto nos estrujarían en una abrazo mortífero.
La entrevista comenzó con la obligación de completar un largo cuestionario que constaba de siete hojas, luego de eso me hizo hace unos dibujos entre ellos un árbol y un hombre bajo la lluvia, no me esmeré mucho en detalles y fui absolutamente pragmático. Luego me hizo una serie de preguntas personales que tenían que ver con mis capacidades y mis limitaciones. La entrevista duró casi una hora, luego bajé por el ascensor y volví a caminar por el largo pasillo hacia la salida sin dejar de sorprenderme que ahora una larga fila amenazaba mi salida libre de la entrada que finalmente me llevó a encontrarme con un día absolutamente soleado muy diferente del día lluvioso que dibuje en la entrevista.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...