domingo, agosto 06, 2017

Cuando desperté ya era de noche, la ventana aún abierta dejaba entrar no solo un viento frio sino que además el bullicio de la calle, se podía sentir innumerables ladridos de perros unos cercanos y otros muy lejanos, unos cánticos incomprensibles de los evangélicos que están ubicados en algún espacio entre medio de las bocinas de los autos, de los motores que rugen y de un ruido ensordecedor de voces, sobresalen las campanas de una iglesia, la ambulancia que pasa uno que otro estruendo como si fueran balazos. Mi mujer cierra la ventana y solo queda el sonido que producen sus zapatos al bajar la escalera. Yo tomo mi libro y leo en medio de un silencio que me acurruca al agradable sonido al pasar de una página a otra.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...