(Este artículo se encuentra en la página 5 de este diario) Aysén
En 1965 tenía nueve años y
recuerdo vivamente que durante mucho tiempo la convivencia que teníamos en la
población Maipo era muy diferente a la
de hoy; jugábamos al caballito por once, al pillarse, a las bolitas que eran
tarros de leche nido llenas de bolitas que a veces se perdían en el impar o par
de un pequeño hoyo echo en la tierra, a las escondidas donde muchos arrancaban
un beso furtivo de las niñas y para navidad el pasaje era adornado con
guirnaldas, luces coloridas y escenario donde el viejito pascuero entregaba los
juguetes a los mas pequeños, el año nuevo se esperaba con ansiedad y luego de
los abrazos familiares se salía a saludar a los vecinos y se terminaba bailando
hasta altas horas en el pasaje. Sin embargo por los años setenta se comenzaron
a acentuar las divisiones políticas que terminaron en una dictadura que de
forma definitiva separó a los chilenos, el odio, la violencia, las violaciones
a los derechos humanos, el dolor, hasta el día de hoy, de los detenidos
desaparecidos; terminaron por hacer de nosotros un país dividido y quedó en el
pasado la Maipo y su familiarida.
La globalización, el modelo
económico hasta hoy reinante y el frustrado trabajo de los políticos por hacer
de este un país de igualdades se acrecentó con los años, hoy tenemos un país
mas desarrollado con grandes tiendas comerciales donde tenemos grandes
créditos, sin embargo, esto también llegó con un acrecentado individualismo y
además de nuestras diferencias políticas entró al escenario nuestra
indiferencia.
Aysén vive días difíciles la
represión policiaca ha sido dura, y los problemas de los ayseninos están lejos
de resolverse, sin embargo lo mas preocupante es la lucha solitaria que dan
nuestros compatriotas, podríamos decir que los mas de mil seiscientos kilómetros
que separan Aysén de Santiago no ha sido motivo para no informarnos de lo que
sucede allá, pero si ha marcado una indiferencia de la mayoría de los chilenos
que lejanos de aquellos años en que compartíamos juntos una pelota de plástico,
o de aquellos años en que nuestros vecinos eran parte de nuestra familia, o de
aquella solidaridad que se manifiesta en una teletón. Estamos marcados por
diferencias políticas, por globalización y por individualismo el que nos lleva
a una inapetencia por el dolor del otro, el que nos convierte en meros
espectadores de los problemas que finalmente nos incumben de una u otra forma a
todos ¿o ha alguien no le importa que suba la bencina? Todos estamos afectados
por este mal traer del gobierno en donde la indiferencia por el mal manejo ante
problemas de delincuencia y drogadicción, de pobreza, de igualdad y de
educación no han encontrado un camino real de solución.
La indiferencia, la individualidad, el echo de
estar apretujados en el metro a la hora de mayor fluencia, nos ha llenado de
celulares encendidos, de miradas a la nada, de silencio cómplice, de empujones,
de rabia retenida, de resentimiento, de no importarnos nada, de finalmente
pensar que los problemas de los ayseninos no son los nuestros y, que cuando a
nosotros ¡quizás! nos toque salir a la calle a manifestar nuestros sinsabores
estemos solos.
Nos hemos convertido en un país
indiferente, lejos de los valerosos Caupolicanes y Galvarinos, lejos del
sufrimiento de los nuestros; estamos llenos de realites y farandula, de
celulares de última generación, de grandes conciertos, tenemos de todo, pero
hemos perdido humanidad ¿somos o no somos chilenos?