El Guardia
Lustró
sus zapatos y les sacó un brillo pulcro, se puso su camisa blanca y la corbata;
el nudo le quedó grande no acorde con la vestimenta ordenada que llevaba. Colocó su bastón en el cinturón
y salió a la calle. Al contrario del día de ayer hoy, su disponibilidad era
otra; el vendedor ambulante le había plantado una demanda por violencia
desmedida y entendía que debía cuidar su
apariencia aunque, sentía unas ganas
incontrolables, de golpear al primero que se le cruzará. Como fue su padre con
él, y sus hermanos.