sábado, abril 21, 2018

Todas...

Todas las noches duermo un poco, como los viejos. A las siete de la mañana estoy sentado en la cama, observo el amanecer pensando en lo bullicioso que son los påjaros, hay varios que visitan el ciruelo que está en la casa de mi vecina, al pasar de las horas aumentan los cantos de las aves, se agregan algunos loros, en su mayoria son gorriones y tortolas. Hoy estån más alborotados que nunca. Algunas gotas de agua se desprenden del cielo nublado de esta mañana, tal vez llueva. Me levanto, abro la ventana y una bandada de aves va hacia la cordillera. Es una mañana fria de esas que besan el alma.

La casa

La Casa
Camino por el ancho patio con un libro en la mano derecha y leyendo en voz alta, avanzo. Me detengo ante el alertante olor a cera, miro hacia atrás y veo las huellas de mis zapatos claramente marcadas, vuelvo con rapidez y sigilo, me siento y pongo el oído atento, lo único que escucho es el bullicioso trinar de aves que merodean este lugar; tomó el trapero y comienzo a borrar mis pisadas. Luego retrocedo y me siento, levanto mis pies y observo que solo quedan esas dos últimas pisadas, las borro. Me saco los zapatos y los tomo con mi mano izquierda. El libro lo llevo en la mano derecha, camino y vigilo que mis huellas no queden marcadas, llego hasta la entrada del patio, abro una pequeña puerta de madera bajita, me llega a las rodillas. Aquí está la piscina; el agua del rio Mapocho está más limpia que está, se me imagina que saldrá algún monstruo contaminante de ella. Llego a la puerta de entrada a la casa, entro y veo a mi mujer pasando la aspiradora debajo de la mesa, el sillón está corrido y el televisor encendido. Me mira y me dice: aquí no te puedes quedar, si quieres sube al segundo piso, allí puedes ver una película en el neftlix, subo; las camas están desordenadas , hay mucha ropa en el piso, me siento tímidamente en la orilla de la cama matrimonial, no enciendo la tele sigo leyendo mi libro, de pronto abro mis ojos y me doy cuenta que me he quedado dormido, me duele el cuello y se me ha dormido un pie, me muevo lentamente; siento que mi señora viene subiendo las escaleras. Le ayuda a hacer la cama, ella si enciende la televisión y coloca la serie del momento Perdidos en el Espacio se me agolpan muchos recuerdos de cuando era niño y veía está serie con el malévolo señor Smit, ahora este personaje es una mujer debe ser por eso de la igualdad de género que cambiaron de traidor a traidora. El robot es mucho más sofisticado el de mis tiempos era casi una ampolleta encendida. ¡Peligro, peligro! Era su máxima expresión.
Ahora estoy abajo sentado frente al televisor, todo huele a limpio no puedo tocar nada a no ser el control de la tele. Aún siento mis pies dormidos, camino hacia la cocina buscando un vaso; tomo agua.
Nuevamente sentado en el sillón, frente a la tele; me pongo los zapatos. Dejo marcada la página donde paré de leer. Ahora sé que falta poco para irnos, observo las paredes siento que falta un cuadro en estas paredes, el único ruido que se escucha es el de una puerta que cierra fuertemente mi mujer, es la del baño: la casa tiende a quedar en absoluto silencio como si no viviera nadie aquí. Escucho ¡listo, nos vamos! Me voy a la camioneta, dejo mis bastones en la parte trasera de está. Retrocedo ya es casi de noche mientras espero a mi mujer que cierra el portón, en el segundo piso veo movimiento, ahora los fantasmas hacen de lo suyo, seguramente hasta que lleguen los dueños.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...