viernes, septiembre 25, 2020

Encuentro


Ya había pasado la cuarentena. Pedro se fue a la plaza del centro de su pequeña ciudad, ese era el lugar de encuentro de los jóvenes. Se sentó en una banca sacó un cigarrillo y espero, al cabo de un rato una muchacha delgada, pelirroja se sentó a su lado. No tardaron mucho en conversar y en agradarse mutuamente. El encierro al que estuvieron expuestos les tenia deseosos de estar con otro. Él por su parte solo quería hacer el amor, ella durante la cuarentena solo pensó en encontrar un amor. Ambos se complementaron de tal manera que ella aceptó ir al departamento de él. Hicieron el amor durante varias horas. Él sintió la satisfacción, ya estaba pagado de tanto deseo guardado. Ella por su parte sintió que ese era el hombre que soñó durante su cuarentena y rebosaba de alegría.
Quedaron de verse en otro día y ella acudió a la cita que era en en el mismo lugar donde se habían conocido pero, él no llegó. Entonces ella pensó que algo le podía haber sucedido y dejo pasar una semana y fue al departamento del joven que ella amaba. Golpeó durante unos minutos, hasta que un vecino le dijo que quien vivía allí se había marchado.
Se sintió abrumada y durante varios meses volvió a la plaza, se sentaba en la misma banca y esperaba mientras miraba a cada transeúnte que pasaba, se sobaba su guatita que ya estaba bastante abultada.

Cemento

 

Se me advirtió que no podía salir, se me amenazó con el viejo del saco y me dijeron mis padres que andaba por ahí llevándose a los niños. Lo que no sabían ellos, es que el hombre del saco dormía muy cerca de casa, en una casucha de cartón que se construyó y que tiene dos perros uno más grande que otro, mansos como él y nos cuenta historias mientras se come el pan con mantequilla que le llevamos.
De igual forma me siento en la ventana que da a la calle, mis piernas quedan a pocos centímetros del suelo, mientras ojeo una revista del pato Donald en una mañana agradable de primavera.
Salir a la calle a jugar con los otros niños siempre estaba lleno de un sin número de advertencias de la mamá ¡tenga cuidado con la pelota, no le vayan a quebrar un vidrio al vecino! ¡Jueguen abajo en el pasto donde no hay casa! ¡Ponga ojo a los monstruos que pueden salir del tranque y que se lleva niños! ¡Cuidado con los caballos ¡ bla, bla, bla. Pero, nosotros no le temíamos a nada; éramos intrépidos y el mundo era nuestro, La única amenaza que veíamos, la construcción que más abajo se hacía de casas, lo que amenazaba claramente nuestro gran patio que finalizaba en el tranque al cual íbamos a pescar unos pececillos que llevábamos en bolsas para la casa en donde siempre morían porque no sabíamos cómo cuidarlos.
¿Ahora, puedo ir a jugar mamá?
Sí, vaya no mas pero cuídese y mi mamá se sentaba a costurar, la máquina estaba tan cerca de la ventana y desde allí me vigilaba aunque la máquina de coser la obligaba a estar de cabeza gacha observando que el hilo no se enredara, .jugábamos hasta que el sudor nos obligaba ir a casa por un vaso de agua helada y allí mi mamá aprovechaba de mandarme a bañar..
En mi cuarto solo habían revistas, las leía todas y cuando me daba por ser artista dibujaba en la pared de yeso de mi cuarto al Pato Donald, allí estaban retratados el Tío rico y sus sobrinos, flash Gordon, Superman y otros héroes. A mi madre le gustaban mis dibujos. Mientras leía siempre estaba comiendo fruta, hasta el día de hoy adoro leer y comer frutas.
Mi mejor amigo era el pelao que en verdad se llamaba Gustavo, pero le decíamos el pelao porque tenía un pequeño lado en su cabeza donde no le salía pelo, con su peinado cubría este hecho, tenía más fantasías que todos nosotros, siempre andaba con una espada que colgaba de su cintura, decía que era para defenderse de los malhechores, era un hablador innato y nos llevábamos súper porque siempre me traía alguna fruta, ya que también era un gran comilón que lo mantenía en un sobrepeso notorio pero, que en esos tiempos a nadie le importaba. Disfrutábamos mucho ir a tirar piedrecillas al tranque. Mis otros amigos eran el Jaime, el Andrés y el Cristían y siempre estábamos jugando a la pelota o excursionando por el potrero que se estaba acabando por lo de la construcción. Recuerdo que en verano, corríamos toda la mañana atrás de las mariposas y además de pescar en el tranque cazábamos ranas que para mí resultaban asquerosas. Otra cosa que nos gustaba hacer era elevar volantines y siempre el Cristían tenía el mejor hilo curado porque se lo preparaba su papá.
Cuando terminaron la población nueva llegó mucha gente y ya no pudimos ir mas al tranque porque le echaron tierra y estaban preparando el terreno para hacer más casas. Esa etapa fue muy triste era como si nos hubieran quitado el paraíso. El cemento comenzaba a apoderarse de nuestras vidas y ese era el único monstruo al cual le temíamos.
Pusieron iluminación nueva en el pasaje, de noche, parecía que era de día y eso nos favoreció porque podíamos jugar a las bolitas hasta tarde, no así a las escondidas, cosa que hacíamos con las hermanas de mis amigos donde todos teníamos un amor. A mí me gustaba la hermana del Jaime era una muchacha blanca, de cabello largo muy negro, de ojos grandes. No muy flaca y sonriente lo que le daba cierto tono de coqueta.. A ella le escribía poesías que nunca le pase; le gustaba conversar conmigo. Un día estuvimos a punto de darnos un beso justo llegó su hermano y nunca más se presentó de nuevo esa oportunidad. Al papá lo cambiaron de trabajo y finalmente se fueron de la población, de esta forma nosotros perdíamos al mejor arquero que habíamos tenido y para mí se iba mi primer amor.
Ningún pasaje estaba pavimentado, la tierra que levantábamos cuando jugábamos a la pelota se entraba por las ventanas abiertas y no faltaba la vecina que salía con escoba en manos a corretearnos, se mantuvieron sin pavimentar los pasajes hasta cuando cumplí los diecinueve años, por suerte nos dejaron los almendros y aunque las mamás estaban contentas porque había menos polvo, en las casas el calor arreciaba más fuerte.. Yo sentía que el monstruo del cemento nuevamente daba otra zancada en nuestras vidas.
Alcanzamos la juventud y a las poblaciones llegaba la era hippie y se veían los primeros pitos de marihuana.
Una mañana fue la más trágica, llegaron los del municipio y arrancaron todos los almendros, no dejaron ningún árbol, que nada losw detendría y que nos quedaríamos encerrados en medio de una población llena de cemento, autos, droga y un modernismo que estaba al servicio de una economía depredadora.
En mi cuarto mis padres pusieron papel mural en la pared donde estaban todos mis dibujos, mis revistas se fueron todas a la basura, mis amigos desaparecieron y yo me fui a la Universidad a estudiar Literatura.

 No salir de casa me ha vuelto inseguro,

Con trastornos de insomnio y de comidas a deshoras,
Con una idiotez desacostumbrada por tener la televisión encendida,
Con una maniática obsesión por el celular
Y una rara sensación de falta de cariño.
Hay días en que no quiero levantarme
Otros en que estoy en píe muy temprano
Sin nada que hacer.
Me siento despojado de todo
Sin credo en la boca.
Si no acaba luego esta cuarentena
Me desbandare y saldré a la calle
Como lo hacen los gorriones
Colgaré de algún cable,
O treparé un árbol como un gato,
O me echaré en alguna plaza como un perro,
O disimulare estar muerto
En las afueras de un prostíbulo desierto.

El Guardían


Al Cholo lo atropelló un camión que pasó a exceso de velocidad a eso de las cinco de la tarde.
El Cholo un perro que llegó a la población un día de invierno entumido de frio y la señora Matilde le hizo una casita improvisada. Desde ese día allí se quedó y se transformó en el guardián de todos nosotros, conocía cada habitante del pasaje y salía al encuentro agitando su cola que parece se le iba a escapar de alegría.
Su gran tamaño imponía respeto a todo extraño y más de alguna vez espantó a uno que otro ladrón.
La vecina de la esquina lo alimentaba, acostumbraba a jugar a la pelota con los niños del pasaje.
El impacto de su fallecimiento fue grande en todos los vecinos.
Al Cholo se lo llevaron los municipales y la vecina de la esquina encendió una velita, por la noche se sumaron muchos vecinos, fue un pequeño homenaje, a nuestro querido cholo.

Almuerzo

 Hoy los niños se quedaron en cama. 

El frío arrecia y no hay parafina, 

tienen la televisión  encendida.

Hoy almorzaremos porotos

 es lo que hay en la olla común.

El Raúl se fue a la feria 

está haciendo un pituto.

Para la tarde haré pancito, 

en el improvisado horno que hizo mi marido.

Dicen que la cuarentena tiene pa rato. 

Ojalá se acabe luego todo 

que vuelva  la normalidad,

 como cuando planificábamos que íbamos a almorzar.

La Ballena

Un día con nubes que abren la imaginación, 

justo por frente de casa pasa una ballena,

me impresiona mucho su cola

 que con la suave brisa que corre 

se mueve de arriba hacia abajo 

como si fuera avanzando

 por este océano azulado y cristalino. 

Seguramente va al cementerio de las ballenas

 porque hay partes de ella 

que están quedando atrás desangrándose

 conformando nubecillas 

que ahora parecen pesecillos

 que corren atrás de su dolida madre.

 Ay Amor! como me gustan tus abrazos, todo mi ser se complace de tanta dulzura. Vez como se me pone la piel de gallina? por mi parte quiero darte mi boca, puedes hacer lo que quieras, ella siempre dejará el más tierno de los besos, prueba comenzar por tus mejillas, veras como ellas se sonrojan.

Rebrote

 

¡Cebollas, papas, tomates,
manzanas, baratas casera!
y la carreta con su caballo
viejo avanza
por el pasaje
el casero un hombre
de 67 años
lleva las riendas
la vecina de la casa
donde hay covid 19
le compra
No hay mascaras ni nada
corre el vecino
para avisarle al casero
que debe cuidarse
pero este dobla
en la esquina
y desaparece
en otro pasaje
se escucha
¡Cebollas, papas,tomates,
manzanas, baratas casera!

Qué comer hoy


Pasar la pandemia comiendo
Ha sido una verdadera odisea
Esto comienza por la mañana
Cuando le haces la pregunta
A tu mujer
¿Qué comeremos hoy?
Ella con la dulzura de siempre
Te dice que ayer dejó lentejas remojando
Que a la hora de once podría ser
Un pan amasado
Y por la noche
Mientras vemos la televisión
Un traguito como para
Pasar las penas
Claro todo esto con cautela
Hay que cuidar la dieta.
1

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...