viernes, agosto 31, 2018

El Guardían


Al Cholo lo atropelló un camión que pasó a exceso de velocidad a eso de las cinco de la tarde.
El Cholo un perro que llegó a la población un día de invierno entumido de frio y la señora Matilde le hizo una casita improvisada en las afuera de su casa. Desde ese día allí se quedó y se transformóde en el guardían de todos nosotros, conocía cada habitante del pasaje y salí al encuientro agitando su cola que parece se le hiba a escapar de alegría.
Su gran tamaño imponia respeto a todo extraño y más de alguna vez espantó a uno que otro ladrón.
La vecina de la esquina lo alimentaba y a pesar de su bravura jugaba con los niños del pasaje.
El impacto de su fallecimiento fue grande en todos los pobladores.
Desamparadas quedaron la población y las pulgas del cholo que dando impactantes saltos buscaban otro perro para habitar.
Al Cholo se lo llevaron los municipales y la vecina de la esquina encendió una velita y por la noche se sumaron muchos vecinos, fue un pequeño homenaje, a nuestro querido cholito.

lunes, agosto 06, 2018

Me cayó mal el jugo

Me cayó mal el jugo, sentí asco y cierto decaímiento. Ahora estoy en cama, ya es de noche y la cama aún está helada. Observo desde mi ventana, se pueden ver las luces de dos postes encendidas, el cielo está opaco, desnudo, sin estrellas. Tomo agua para espantar el malestar y espero con los ojos cerrados como para sentir que pasa, Lo hago para sentir el cambio de mi estado de náuseas. Respiro profundamente, inflo mi estómago y mi pecho y voto el aire. Siento algo de alivio. Me quedo pensativo, no quiero empeorar las cosas; mi salud no puede deteriorizarse más. Algo extraño sucede afuera el cielo está rojizo, es un trozito de cielo que se ve rojizo, como si ardiera en llamas, eso hace que se vean las nubes, las blancas nubes, es como si un avión estuviera en llamas cruzando el pedazo de cielo que se ve desde mi ventana. Ahora todo se vuelve oscuro nuevamente. Aún tengo náuseas, mi boca está salivando. Me toco la frente para saber si tengo fiebre>; comienzo a sudar y mis pies se adormecen, las luces de los postes se apagaron. Siento que debo levantarme, hago el esfuerzo pero no puedo, mi cuerpo está demasiado pesado. Observo mis piernas y están hinchadas muy hinchadas. Un nuevo dolor se agrega a mi cuerpo está alojado casi a la altura del corazón, toco mi cuerpo y arde. A está altura creo que nada puedo hacer comienza mi metamorfosis, la mía, no sé asemeja a la de Kafka. La oscuridad entra fuertemente por mi ventana y me envuelve sin poder hacer nada. Me quedo inmóvil sin cerrar los ojos, quiero ver lo que sucede con.mi cuerpo.

miércoles, agosto 01, 2018

Los Vecinos






Mis pies están fríos y a pesar de estar en cama hace ya bastante rato aún siguen helados. Hace ya varios días que me viene pasando esto; el frio reinante me ha traído una serie de malestares como dolor de huesos, aunque con el tiempo me he puesto más tolerante , pero este invierno ha sido demasiado helado.
Por el día mis huesos sufren menos y a cualquier vestigio de sol me asomo a la puerta de calle como para agarrarlo y calentar mi cuerpo y esto me ha llevado a una curiosidad por la vida de mis vecinos.
El día de ayer observaba la casa de mi vecina a quien hace días que no veo, eso porque llegó su marido del sur, es un policía que permanece algunos días por acá y luego se va por un par de meses. La relación es extraña ella se inquieta cada vez que llega y se le nota el nerviosismo en su cara. Una vez me contaba que le gustaba estar sola con sus hijos y que su marido no le importaba, mejor que en general no le interesaba estar con ningún hombre; le gustaba su libertad y hacer lo que a ella se le antojaba y en verdad cuando su marido no estaba ella no paraba en casa y a veces llegaba muy tarde, nadie sabía dónde iba.
Vivía a pesar de esta vida tan liberal muy preocupada de sus hijas menores y de uno de sus hijos ya mayor que vivía con ella, el otro hijo hombre se había ido de su casa por una riña seria de su mujer con su madre. A pesar de estos altibajos la vida que llevaban era una vida tranquila.
La menor de las niñas adoraba a su padre, le tiene casi un amor obsesivo, en su cama guardaba una de las camisas de su padre debajo de su almohada para sentir su aroma mientras no estaba. Cuando el papá se hacía presente en casa, ella no se separaba de él por ningún motivo y él la terminaba de consentir en todo, cuando llegaba la hora de la partida a pesar de sus doce años la niña lo lloraba largamente durante dos o tres días y luego guardaba un silencio de tristeza, casi como un duelo.
Está vez todo parecía diferente, el silencio con que permanecía la casa del frente y la escasa visibilidad de la vecina hacía suponer que algo extraño estaba pasando, el hijo mayor había viajado a la playa por unas semanas, la hermana se había ido donde una tía al campo y en casa solo se habían quedado la vecina, su hija pequeña y el marido.
Hoy el frio me obligo a dejar la puerta de calle cerrada así que no supe si los vecinos salieron o se quedaron en casa. Anunciaron lluvia para la tarde lo que quizás permitiría que cayera nieve, espero que no sea así.
No llovió y al contrario de cualquier notificación de los meteorólogos, el tiempo era de un día radiante sol; cosas del cambio climático.
A eso de las tres de la tarde se vio salir al vecino solo en su camioneta, inclusive se dio el tiempo de saludarme y cruzar algunas palabras conmigo.
El vecino llegó pasado las diez de la noche, lo supimos porque vino para acá a buscar las llaves del portón de entrada al pasaje que ya estaba cerrado. Se la pasamos y a los minutos la pasó a dejar a casa, ninguno de nosotros se atrevió a preguntar por la vecina y su hija.
Hoy el vecino colocaba una serie de maletas en la parte trasera de su vehículo negro, el vestía un abrigo, una bufanda y estaba muy bien peinado. Hizo andar su camioneta, cerró el portón de su casa y se marchó. A los minutos la mejor amiga de la vecina. Una señora de unos sesenta años, gorda con su pelo teñido de un rojo muy fuerte la llamaba desde la puerta de entrada. Al pasar de unos minutos se aburrió y se marchó.
Por la noche volvimos a sentir que la vecina de la esquina volvía a llamar a su amiga sin encontrar respuesta. Del vecino no supimos más.
La preocupación aumentó al pasar de los días y todos sentíamos cierto recelo al solicitar la presencia de la policía ya que el vecino se daría por enterado inmediatamente, sin embargo las circunstancias de la ausencia de ya varios días de la vecina y su hija nos hacía tener fuertes sospechas de que algo extraño, muy extraño, sucedía.
Finalmente, la gorda de la esquina llamó a la policía quien se hizo presente y con una orden judicial entraron a la casa, tras largos minutos la policía notificó que adentró no había nadie.
Nosotros supusimos obviamente que lo primero que hizo la policía fue comunicarse con su colega, sin embargo él no fue habido en palabras textuales A esta hora se especulaban muchas cosas y los parientes permanecían en un silencio que era preocupante.
A eso de la tres de la tarde del lunes 4 de junio, el vehículo del vecino llegaba, con la gran sorpresa de que venía con la vecina y su pequeña hija. Había pasado una semana en la cordillera lejos de todo mundanal ruido y de todo contacto, por el camino se habían informado de lo sucedido por la policía y mientras todos los vecinos miraban con asombro como entraban a casa toda la familia, el vecino cerraba la puerta y gritaba “huevones copuchentos”.
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La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...