Mis pies están fríos y a pesar de estar en cama hace ya bastante rato
aún siguen helados. Hace ya varios días que me viene pasando esto; el
frio reinante me ha traído una serie de malestares como dolor de huesos,
aunque con el tiempo me he puesto más tolerante , pero este invierno ha
sido demasiado helado.
Por el día mis huesos sufren menos y a
cualquier vestigio de sol me asomo a la puerta de calle como para
agarrarlo y calentar mi cuerpo y esto me ha llevado a una curiosidad por
la vida de mis vecinos.
El día de ayer observaba la casa de mi
vecina a quien hace días que no veo, eso porque llegó su marido del sur,
es un policía que permanece algunos días por acá y luego se va por un
par de meses. La relación es extraña ella se inquieta cada vez que llega
y se le nota el nerviosismo en su cara. Una vez me contaba que le
gustaba estar sola con sus hijos y que su marido no le importaba, mejor
que en general no le interesaba estar con ningún hombre; le gustaba su
libertad y hacer lo que a ella se le antojaba y en verdad cuando su
marido no estaba ella no paraba en casa y a veces llegaba muy tarde,
nadie sabía dónde iba.
Vivía a pesar de esta vida tan liberal muy
preocupada de sus hijas menores y de uno de sus hijos ya mayor que vivía
con ella, el otro hijo hombre se había ido de su casa por una riña
seria de su mujer con su madre. A pesar de estos altibajos la vida que
llevaban era una vida tranquila.
La menor de las niñas adoraba a su
padre, le tiene casi un amor obsesivo, en su cama guardaba una de las
camisas de su padre debajo de su almohada para sentir su aroma mientras
no estaba. Cuando el papá se hacía presente en casa, ella no se
separaba de él por ningún motivo y él la terminaba de consentir en todo,
cuando llegaba la hora de la partida a pesar de sus doce años la niña
lo lloraba largamente durante dos o tres días y luego guardaba un
silencio de tristeza, casi como un duelo.
Está vez todo parecía
diferente, el silencio con que permanecía la casa del frente y la escasa
visibilidad de la vecina hacía suponer que algo extraño estaba pasando,
el hijo mayor había viajado a la playa por unas semanas, la hermana se
había ido donde una tía al campo y en casa solo se habían quedado la
vecina, su hija pequeña y el marido.
Hoy el frio me obligo a dejar
la puerta de calle cerrada así que no supe si los vecinos salieron o se
quedaron en casa. Anunciaron lluvia para la tarde lo que quizás
permitiría que cayera nieve, espero que no sea así.
No llovió y al
contrario de cualquier notificación de los meteorólogos, el tiempo era
de un día radiante sol; cosas del cambio climático.
A eso de las
tres de la tarde se vio salir al vecino solo en su camioneta, inclusive
se dio el tiempo de saludarme y cruzar algunas palabras conmigo.
El
vecino llegó pasado las diez de la noche, lo supimos porque vino para
acá a buscar las llaves del portón de entrada al pasaje que ya estaba
cerrado. Se la pasamos y a los minutos la pasó a dejar a casa, ninguno
de nosotros se atrevió a preguntar por la vecina y su hija.
Hoy el
vecino colocaba una serie de maletas en la parte trasera de su vehículo
negro, el vestía un abrigo, una bufanda y estaba muy bien peinado. Hizo
andar su camioneta, cerró el portón de su casa y se marchó. A los
minutos la mejor amiga de la vecina. Una señora de unos sesenta años,
gorda con su pelo teñido de un rojo muy fuerte la llamaba desde la
puerta de entrada. Al pasar de unos minutos se aburrió y se marchó.
Por la noche volvimos a sentir que la vecina de la esquina volvía a
llamar a su amiga sin encontrar respuesta. Del vecino no supimos más.
La preocupación aumentó al pasar de los días y todos sentíamos cierto
recelo al solicitar la presencia de la policía ya que el vecino se daría
por enterado inmediatamente, sin embargo las circunstancias de la
ausencia de ya varios días de la vecina y su hija nos hacía tener
fuertes sospechas de que algo extraño, muy extraño, sucedía.
Finalmente, la gorda de la esquina llamó a la policía quien se hizo
presente y con una orden judicial entraron a la casa, tras largos
minutos la policía notificó que adentró no había nadie.
Nosotros
supusimos obviamente que lo primero que hizo la policía fue comunicarse
con su colega, sin embargo él no fue habido en palabras textuales A esta
hora se especulaban muchas cosas y los parientes permanecían en un
silencio que era preocupante.
A eso de la tres de la tarde del lunes
4 de junio, el vehículo del vecino llegaba, con la gran sorpresa de que
venía con la vecina y su pequeña hija. Había pasado una semana en la
cordillera lejos de todo mundanal ruido y de todo contacto, por el
camino se habían informado de lo sucedido por la policía y mientras
todos los vecinos miraban con asombro como entraban a casa toda la
familia, el vecino cerraba la puerta y gritaba “huevones copuchentos”.
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