martes, abril 09, 2019

Me ha tomado horas enderezar el dobles que ha dejado la lluvia en la esquina de mi cuarto y aunque parece que no tiene sentido hacerlo, es correcto desde el punto de vista estético.
Mis noches no serán más tranquilas por ello y el proyecto de mudarme de cuarto está más en pie que nunca.
Sin embargo, hay cosas que me dan una alegría inmensa en este lugar, por ejemplo el libro abierto sobre mi cama que estoy a punto de seguir leyendo en la página cincuenta y tres y que tiene un dobles de hoja muy parecido al que tenía mi cuarto, pero este lo utilizó como marcador de página.
Hay otra cosa que casi me obliga a quedarme en este cuarto y son las innumerables cartas que te escribí y que nunca te envié, siguen apiladas como estatuas de yeso sobre el escritorio que se ubica a mi derecha.
La decisión ya está absolutamente tomada, nada me puede obligar a soportar otro invierno pasado de frío, por un dobles insistente donde se cuela el agua que hace de este cuarto un bote a la deriva.
Quisiera quedarme toda la mañana sentado en medio de mi jardín mirando la punta de mis pies como un estupido adormilado, pero una abeja atravesó mi mirada y se detuvo en la flor del zapallo, allí se dió un revolcón y salió extasiada, por unos segundos se quedó viéndome con sus ojos grandes; luego se fue goteando un poco de su carga en mi pecho que se tiñó de un amarillo con aroma a miel.
El sol arrecia a pesar de lo temprano que es. Será un día de mucho calor anunciaron los del tiempo. Me levanto y comienzo a regar mis plantas y mis frutos, los limones aún verdes se llenan de gotitas de agua y el zapallo se estremece con el chorro que cae sobre él, las acelgas se balancean musicalmente y los tomates enrojecen más con el aliento de agua que les rocía.
La humedad de la tierra sube hasta mi nariz y el agua corre por la zanja cristalina hacia el fondo del patio donde se desparrama sobre las papas.
Miro mi reloj y me vuelvo a sentar, aún se siente el trinar de los gorriones;  tengo tiempo de sobra para ojear un poco más este día, me lo permite el cambio de horario que dice que son las nueve de la mañana.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...