sábado, marzo 02, 2019

La Tía
Los primeros en llegar al cementerio fuimos nosotros, mi mujer abrió la ventana del cuarto y ordenó las sillas que rodeaban el ataúd café con manillas color plata, en el piso un montón de flores se repartían por el costado del cajón. Yo desde la entrada miraba donde ahora estaba la tía, esa mujer que tanto quiso mi esposa. No pasaron ni cinco minutos y llegaron más hermanas de la difunta, por un breve tiempo se sentaron cerca de la Tía, nadie la lloraba solo hablaban no sé de que, luego todos estábamos en el pasillo conversando y llegaban más parientes, algunos hace años que no veía, se sentían risas, había olor a cigarro, alguien fue atrás de un encargado para ver la cosa de la misa, lo demás hablaban, se veían muchos celulares todos encendidos, un sobrino se paseaba con una botella cerrada en la mano y a ratos bebía algo de ella, entendí que era la moda de ahora, andar con algo en la mano para beber, es que se seca la boca en los funerales; la tía sigue sola, se escuchan risas y ya llegaron todas las hermanas, a pesar de ser larga la espera, toda la mañana, nadie trajo nada para comer como lo hacen en otros velorios donde por lo menos hay cafecito. La tía sigue sola, nadie rezó el rosario y muy pocos le dieron la última mirada en el ataúd.
A la tía la cuidaba mi mujer, ella era la única que estaba apenada los demás en vida no la visitaban y apenas tuvieron la oportunidad de mandarla a un asilo, corrieron a hacer los trámites. Al asilo la visitó una sobrina su esposo, un amigo y mi mujer que iba todos los días.
La Tía vivía sola en su departamento y estaba cansada, se aburría. Un día hablando por teléfono con un primo habló de vender el departamento en un precio irrisorio, con la condición de ella quedarse en este hasta que la muerte se la llevara. Esto lo supo un sobrino que corrió a conversar con ella y la convenció de que él compraría el departamento, se quisieron hacer los trámites de inmediato pero la edad no permitía la venta sin antes realizar exámenes médicos. En menos de dos semanas la venta estaba concretada y la Tía a la primera que se sintió mal fue a parar a un asilo. Se supo que le dio un poder absoluto al sobrino para que dispusiera de todos los bienes de ella y de su vida.
La Tía en el asilo sintió la muerte y se aterrorizó y habló que quería volver al departamento, pero le dijeron que tenían que preguntarle al sobrino; por la noche la Tía sintió el peso de lo que había hecho. Lo barato que vendió el departamento que ya no tenía dinero para pagar a alguien que la cuidara y que ya el departamento estaba prácticamente vacío, entonces decayó en un silencio espantoso que la dejó sin habla y a los pocos días murió. Duró quince días en el asilo se comentaba entre los parientes.
A las dos de la tarde fue la misa, a pesar de las oraciones no había pena a no ser la de mi señora. La mayoría de los parientes que estaban allí descansaban porque ya no tendrían que pagarle la deuda que tenían con la Tía, si se juntaba ese dinero la Tía tenía para vivir unos veinte años más.
La misa termino y el cajón se fue a su última morada, cuando bajo el ataúd mi mujer lloraba, nadie dijo nada, nadie alzo la voz para decirle adiós a la Tía amada.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...