lunes, noviembre 26, 2018

Una brisa se quedó pegada
En el medio de mi cuarto
Es el cambio climático pensé de inmediato.
La empujé hacia la ventana
Con una almohada lleno de sueños de verano.
Mi pierna operada
Toca la brisa para enfriarla
Y se volaron los corchetes.
Las otras partes de mi cuarto
Se oxigenan con una rama
De un ginkgo Biloba
Que sigilosa se asomó
Por la ventana.
A decir verdad,
Que si no fuera por los ya inusuales dolores
De huesos
Mi cuarto sería de absoluto reposo.
Un libro deja caer sus letras
Sobre mis parpados
Cansados
La brisa se libera y se adentra en casa.
Y me quedo como todos los enfermos
Solo en mi cuarto.

sábado, noviembre 10, 2018

Traumatología, sala siete



A las cinco de la mañana nos despierta las dos personas que están de turno, ellos se preocupan de estar atentos a todo lo que nos sucede, además de cambiarnos las sabanas y entregarnos limpios al turno que sigue, luego llegan las personas que hacen aseo, le sigue el desayuno como a las ocho y a las diez llegan los médicos con un sequito de estudiantes de medicina que siempre están mirando le techo de la sala , a los enfermos con una mirada indiferente o atentos a sus celulares mientras el doctor les explica que padece cada enfermo es una rutina diaria no siento que sea de aprendizaje, luego viene el encargado de suministrar los medicamentos e inyecciones, le siguen gente que viene a rezar por los enfermos, el vendedor de diarios y una que otra visita que entra a visitar a uno de nosotros, las otras personas que llegan a la sala siete son aquellas que se llevan a algún enfermo ya sea a operación o a algún examen. Nosotros a ratos nos quedamos dormidos, nos despiertan las estudiantes de enfermeras de la Universidad Católica, ellas nos hacen una serie de preguntas y algunas les toca la difícil tarea de cambiar la aguja por donde se nos suministran los medicamentos. Luego llega el almuerzo sin sal para mí, las sopas saben horribles pero los almuerzos en general son muy ricos.
Hoy por la tarde entró una joven haciendo un cuestionario era para saber como nosotros los pacientes vemos nuestra atención, todo parece tener un casi siete cuando la nota es de cero a siete. Cuando llegamos a la pregunta de cómo encontrábamos el baño, mi mirada se fue hacia la ventana cómo buscando un escape, no sabía si mentir o decir la verdad. Al frente mío un hombre de setenta y tres años que estaba de alta y ante la pregunta de si había hecho sus deposiciones dijo que no, entonces no se podía ir hasta que lo hiciera, le pusieron algo para que fuera al baño. Esa misma pregunta se me había formulado a mí y sin titubear dije que sí, aunque estaba mintiendo, también estaba de alta y quería irme lo más pronto posible.
A eso de las once de la mañana tomé mis bastones y me dirigí lentamente al baño, pregunté a una de las personas que estaban cerca, si había alza baño, se me dijo que la primera puerta tenía alza baño, abrí la puerta y allí estaba el alza baño adosado a la taza, de su lado dos manillas pegadas a la taza para afirmarse y bajar con lentitud, cuando estuve sentado mis piernas estaban juntas, los fierros para afirmarse aprisionaban mis caderas y todo lo mío quedaba fuera de la taza, es decir si hacia algo la orina iba a salir hacia arriba, mis cachetes apretados ¡dios! sentí que allí sencillamente iba a quedar la caga. Desistí y me levanté salí de ese baño absurdo, estrecho con las paredes con oxido, los lavamanos llenos de agua y con una ducha que colgaba sobre una silla quebrada. El baño era horrible.
Reclamar que lo reparen parece una inutilidad, en este país siempre los presupuestos para estos caso son desbordantes; mi compañero de cuarto que es maestro dice que arreglar el baño y dejarlo tiqui-taca saldría como cuatro millones de pesos, más que seguro que las empresas superarían los treinta millones de pesos, siempre nuestra raza anda viendo como robar.
La señorita me miró y repitió la pregunta ¿Qué nota le pondría los baños? Un cero le dije alzando la voz, liberándome y sintiendo que en algo aportaba a un baño digno.

jueves, noviembre 08, 2018

convaleciente

Acomodo mi pierna para sentarme, a pesar de llevar tres días de operada ya casi no me duele nada. El cuarto donde estoy es un cuarto improvisado, hay una cama inventada, un televisor viejo, un espejo que se dobla con la brisa, una mesa de madera que aún no termino, sobre ella remedios como torres se empinan al techo, mi mujer a puesto plantas por todas las esquinas, ellas cuchichean de este día caluroso, no puedo darles agua, hay dos ventanas por donde circula el día a veces lento, a veces solitario. Hace poco sonó el teléfono mi mujer del otro lado me cuenta que tiene calor y que está tomando bebida; le digo cuánto la echo de menos, sonríe y me dice que seguirá su trabajo, nos despedimos con besos, con muchos te quiero. Luego el silencio de mi cuarto se interrumpe por el canto de un pájaro que se ha detenido en el Ginkgo Biloba que está en la ventana que da hacia la calle. Pienso en ella, mi dulce Carolina, que cada día está más joven y hermosa, mi mujer es sumamente dinámica nuestra casa está llena de cosas que ella ha ido dejando con sus manos cariñosas, es adorable con todos y habla con nuestro perro que lo proclama su hijo; el Golo la adora y cuando llega del trabajo llega hasta el llanto, ella lo toma, lo apapacha. Nosotros todos nos alborotamos con su llegada, revisamos su bolso para ver que nos trajo y luego todos la seguimos hasta la cocina o a donde valla, bueno yo ahora no puedo me quedo en mi cama de enfermo esperando sus besos.
Cuando se está convaleciente no se duerme de corrido, la noche me sorprende a veces el silencio se puede topar con los ojos que tengo bien abiertos, otras se escuchan gatos sobre el tejado y se siente alguien caminando de madrugada arrastra algo supongo es basura que deja a la salida de su casa. Yo mantengo la luz encendida a ratos tomo mi libro hasta que me duermo, me despierta un sombrero que estaba en la colgado en la pared y que cayó al piso, me pregunto que lo podría haber votado, me siento y examino con sigilo mi cuarto no dice nada, me levanto apoyado en mis bastones con habilidad tomo el sombrero con uno de ellos, lo tomo en mis manos le sacudo el polvo y me lo pruebo, me miro al espejo, sonrió, Mañana haré mi barba está desordenada, me recuesto, acomodo mi pierna que ahora muevo un poco más y duermo.
El calor está amainando, una brisa suave, ligera me habla de que falta menos para que ella llegue, el tiempo pasa lento sin mi Carol. Enciendo la radio Silvio Rodríguez canta Te doy una canción.c

martes, noviembre 06, 2018

Un Asaíto


Mi vecino Luis en el hospital había llegado echo una calamidad. A mi llegada sin embargo, lucía Lozano y sonriente. De oficio panificador y no panadero como el bien lo explicaba : no mi amigo, panadero es el dueño de la panadería yo soy panificador. Lo decía con un orgullo de pueblerino que ha superado muchas durezas de la vida.
En una mesita al costado izquierdo tenía un televisor que en la mayoría de las veces mostraba una imagen borrosa, se pasaba unos pocos minutos con el televisor encendido y luego se dormia. Esa era su afición ver tele para dormir. Muchas veces lo vi sentado en la cama resolviendo esas revistas de palabras cruzadas. Ayer lo visitó una de sus hijas que en una caja traía nada mas y nada menos que una tremenda fuente de patas de pollo; que él devoró con sapiensa y habilidad. Al final de su plato con una actitud imperial, chupó literalmente la última pata que le quedaba.
Por la noche me confidenciaba que su exmujer de muy lejos del sur lo llamó, habría sus grandes ojos y lo contaba con una sonrisa de macho orgullosa. Con ella tuvo tres hijos, un varón y dos mujeres. Con la actual señora que para mala suerte también estaba hospitalizada tuvo dos hijas. La mayor le trajo dos pijamas que él lucía orgulloso por el pasillo del hospital cuando iba al baño, sin embargo por la noche se lo terminaba sacando " es que a mi me gusta dormir desnudo, oiga" me explicaba.
Hoy su hija menor le trajo una sopa tan grande como la otra fuente. " pa mi que vos tení una peuca aquí en el hospital, sino como explicarse tanta ansiedad. Lo único que te falta es que hagai un asado aquí en el hospital" y fue en ese momento que nosotros sentimos que el famoso asado que habíamos planificado sencillamente quedaba para otra hospitalización.

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...