El ómnibus, se detenía en el paradero cinco; Cristina, alta y bonita, volvía de su trabajo y ocupaba el tercer asiento. Ellos, subieron estrepitosamente, enarbolando banderas, con cantos ensordecedores, saltos y gritos ¡que se paren los weones!
Los pasajeros asustados escondieron celulares y objetos valiosos; los menos simularon dormir.
Cristina se sintió aterrorizada cuando un barrero se sentó a su lado, la abrazó y vocifero: ¡es mi pierna! y muerto de la risa se levantó -
Cristina, miró por la ventana y aún temblorosa pensó – menos mal que ganaron -

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