Con los ojos cerrados en un no querer despertar, Octavio se concentraba en el fuerte dolor de piernas que sentía, y en lo difícil que le resultaba mover y desperezarse, con esfuerzo logró mover sus brazos que estaban aprisionados a los costados de su cuerpo y se refregó los ojos, los abrió y todo era demasiado oscuro, con sus manos palpó los costados y el cielo para darse cuenta que estaba en un ataúd, gritó con fuerza, con una horrible desesperación, con toda su alma y fue allí que despertó y vio que estaba en su cama, en su cuarto, en su casa, respiró largamente, sonrió, dio gracias a Dios, lloró y se alegró, se alegró mucho; fue entonces que la puerta de su cuarto se abrió y entró su esposa con un sacerdote dispuesto a darle la extremaunción.
miércoles, julio 01, 2015
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La Olla
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