sábado, diciembre 19, 2020

 Uno Cero

Por la tarde de ese verano estábamos jugando al trompo, cuando apareció mi padre en la esquina del pasaje; venía tambaleándose. El Juanucho dice mira tú papa! yo, de inmediato agarré mi trompo y fui en busca de mi padre que otra vez venía borracho. No sentía vergüenza, mi padre no era el único curao del pasaje.
Más tarde mi padre sentado a la mesa del comedor espera su once que mi mamá temblorosa le sirvió minutos más tarde, mi labor en esos momentos era meterle conversa a mi papá para que no se pusiera violento y no le pegara a mi mami.
Era una labor que hacia con experiencia adquirida en libros de psicología que trataban el tema del alcoholismo, lo hacía para manejar la situación.
Por la ventana de casa, se asomó el pelao, gritó apúrate Jaime! que vamos a jugar a la pelota. Yo era el arquero, por eso que apuré mi proceso psicológico que terminaba cuando mi padre se iba a acostar.
Estábamos perdiendo uno a cero cuando de casa me llamaron, mi padre se había levantado y fue directo a buscar a mi madre para pegarle. Llegué justo y alcancé a sujetarle su brazo, que pesaba una tonelada, a mis catorce años no era tan fornido como lo soy hoy.
Luego de una hora mi padre nuevamente estaba en su cama durmiendo, la pieza estaba pasada a trago y mi madre preparaba las camas de mi hermano y la mía, dormiría con nosotros.
Ya era tarde cuando salí nuevamente a la calle. La luz del poste que estaba muy enfrente de mi casa estaba encendida, se encendía y se apagaba, uno que otro vecino en la calle, la vieja banca de madera que se ubica en la casa de la Angélica era ocupado por Don Pedro que revolvía con una cuchara su vaso de vino con harina tostada. Mis amigos no se veían por ningún lado.
Me fui a mi pieza desde allí sentía los ronquidos del borracho, abrí mi revista El Condorito era como para pasar las penas.

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La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...