Al viejo Carlos se le ve siempre sentado en el balcón, lee el diario, luego baja un poco su sombrero para protegerse del sol y duerme su siesta en pleno verano de 1952.
Hace un tiempo lo operaron, la gente dice que adelgazo, el se mira al espejo y tristemente ve como cambio.
Su mujer Ernestina de la menopausia se empapó, de pronto se acaloraba, se mareaba y el.genio le mudó. Ella nunca más miró a Carlos con pasión, se alejó lentamente y Carlos lo sintió. Cosas de la edad la pasión de los dos se alejó, se acabaron, los paseos juntos, separaron camas, no hubieron más besos. Finalmente en casa de Carlos y Ernestina el amor ya no se realizó.
Ahora Carlos tiene impotencia. Ella prefiere estar sola no.le gusta que la toquen.
Los dos saben que el amor que se tenían definitivamente no es el mismo que un día Dios les encargó.
Él sigue haciendo siesta en el balcón, ella se entretiene con sus plantas, su perro y teje viendo televisión.
Por las tardes se juntan a tomar te, él ya cumplió setenta, ella ya su edad olvidó. Se miran.conversan, hacen memoria de los hijos, que vienen el fin de semana, que los nietos llegan, que esa es su alegría mayor.
A veces creen que están muy viejos, que la labor del campo los superó, pero igual se les ve temprano cuidando gallinas, sembrando y cosechando el alimento que siempre la tierra les dio.
Se fue un verano, otro llegó, pasaron los años
Ernestina 90 años cumplió. Don Carlos hace un tiempo la dejó y aunque roda la familia se reunió para celebrar el cumpleaños, Ernestina sola se sintió de pronto media perdida preguntó a su hija mayor.- abra despertado Carlos, vaya mijita a verlo en el balcón se quedó.
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