domingo, junio 21, 2020

Los Amantes


Diego, ya casi se dormía, cuando en el cuarto 213, contiguo al suyo, se abrió la puerta, el piso del pequeño cuarto crujió, alejando su soledad, se escucharon risas y susurros. Un golpe suave en la pared, luego un silencio de ropas que caen al piso. Diego se sentó en la cama y avivó su oído. Era una pareja que ahora hacia el amor, el crujir del viejo catre acusaba el hecho, ella se quejaba suavemente como para no levantar sospechas, el idilio duro horas: Diego no sabe en qué momento de ese duro amor se quedó dormido como si sus oídos se hubieran hecho los sordos a tan apasionado amor. Por la mañana lo despertó primero las voces que parecían golpearse unas con otras, discutían los amantes; ella lloraba. Diego se vestía, él ahora le gritaba y ella daba unos pasos en el cuarto, seguramente hacia la puerta, porque se escuchó que decía, que se marchaba. Algo hizo alguien y se sintió un fuerte golpe como si un cuerpo cayera fuertemente al piso. Él tomó su sombrero se lo calzó con rapidez sobre su cabeza y pegó el oído a la frágil pared de su cuarto, estaba listo para cualquier eventualidad su corazón latía fuerte. Se sintieron pasos, una copa que cae al piso, un estruendo terrible como un balazo hace que Diego vaya de prisa a la puerta de su cuarto y corra hacia la entrada. En la recepción. un viejo sentado está pasando un paño sobre el mesón y actúa como nada. Diego tartamudeando, nervioso explica los hechos del cuarto 213. El hombre toma unas llaves de uno de los casilleros y sin ninguna prisa va con él pasajero al cuarto, abre la puerta y le muestra con una calma ya sabida a Diego, que en ese cuarto no hay nadie. Diego recorre el pequeño cuarto, la cama está hecha, no hay nada en el piso, una copa vacía sobre el velador, unas toallas limpias y una pequeña bolsa con jabón confirman que la noche recién pasada nadie llegó a esa habitación.
Ahora Diego con su bolso en mano, pasó un día de cierta forma inquieto, y mientras ya de noche, dejaba la vieja pensión. Justo en la puerta de entrada se tocaba con una pareja que con algarabía entraba, dio dos pasos cuando recordó que esa risa, esa misma risa fue lo que le despertó la noche anterior, sin embargo se subió con su mano izquierda el cuello de su chaqueta para espantar un poco el frio de esa noche y apresuró un poco el paso como si algo lo inquietara.

No hay comentarios.:

La Olla

  La Olla. La familia Barrera estaba sentada a la mesa; era la hora de almuerzo y esta vez a diferencia de los días anteriores la sopa tenía...