El agua baja de la cordillera y después de mucho recorrer sigue su rumbo por el canal donde en verano colocaba mis pies que soportaban bien el agua fría. Así sentado a la orilla permanecía varios minutos. Luego me levantaba y continuaba mi caminata a casa, con los zapatos en una de mis manos, hasta que la acera los secaba, entonces me los colocaba. Ahora estaba a pocas cuadras de casa. Mi madre siempre me está esperando con su carita triste asomada a la ventana, todavía no comprende cómo me ahogué en ese canal.
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